Respecto a la deuda pública de un país, hay un hecho cierto: cuanto más alta sea esta, mayor riesgo corre el país de perder su soberanía e independencia.
Un nivel alto de deuda pública conlleva un aumento del costo financiero del estado, por lo que el país debe dedicar muchos recursos a pagar intereses a sus acreedores en vez de dedicarlo a sus ciudadanos. Más allá de este problema, cuando la deuda no puede pagarse debido a una política permanente de déficit público, los inversores toman el control del gobierno del país. Es lo mismo que si yo no puedo pagar la hipoteca de mi casa, el banco se queda con ella: si un país no puede devolver su deuda, los acreedores manipularán el gobierno del mismo. Esto está sucediendo hoy.
El ranking actual de los países más endeudados está encabezado por Japón y los Estados Unidos está entre los países cuya deuda excede el 100% del PIB.
El problema es que estos países asumen el déficit como normal y lo integran en sus presupuestos cortoplacistas sin tener en cuenta el riesgo que conlleva. La deuda pública cada vez será mayor si no se cambia esta tendencia.
Las políticas de corto plazo son uno de los pecados capitales de los gobiernos actuales. El control del déficit público no da votos y esto es una prioridad para los políticos, a pesar de la irresponsabilidad que implica endeudarse sin límite.
WP propone que el presupuesto del estado debe buscar el equilibrio del déficit de la siguiente manera: